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“Das todo y te piden más: el lastre de ser el mejor”

“No te molestes en ser mejor que tus contemporáneos o tus predecesores, intenta ser mejor que tú mismo” –William Faulkner–

Ser el mejor en algo no siempre es tan positivo como muchos piensan.

 

Quien destaca en algo puede terminar siendo objeto de rechazo, de burla y hasta de abusos por parte de los demás. Todos conocemos los casos de chicos que son excelentes estudiantes en la escuela y, en lugar de ser admirados por ello, terminan siendo víctimas de abusos por parte de sus compañeros.

En este sentido, todos hemos visto cómo alguien que obtiene un gran éxito no siempre es respaldado por quienes les rodean. A veces se convierten en un objeto de envidia, que se expresa como crítica o minimización de lo que hacen. Incluso a veces terminan siendo utilizados por los otros para sus propios intereses.

Es muy amplio el abanico de grandes hombres y mujeres que han sido los mejores en su campo en algún momento, mientras que al mismo tiempo han tenido que debatirse entre la soledad y el rechazo de los otros. ¿Por qué ocurre esto? ¿Se puede trabajar para que sea diferente?

Cuando ser el mejor implica obligaciones gratuitas

Adriana trabajaba en uno de los centros educativos de un gran programa para niños en abandono. Su desempeño era excelente y por eso al final del primer año le dieron una noticia desconcertante: le darían a ella sola 30 niños más para que les atendiera. “Usted es la mejor, por eso confiamos en que puede hacerlo bien”. Pero no le pagarían más, ni le darían incentivos. Como premio, la habían castigado.

Esto pasa también en los hogares. Si el hermano mayor es más hábil haciendo dibujos, es probable que sus padres le pidan que ayude a sus hermanos con los suyos. Lo mismo puede pasar con los idiomas, las matemáticas o la lengua. Si el menor es más responsable, pasará el resto de su vida asumiendo los deberes que demandan una mayor responsabilidad.

Lo vemos frecuentemente en las madres. Ellas trabajan fuera del hogar, trabajan dentro del hogar, tienen todo listo cuando es necesario, y si un día fallan, comienzan a aparecer los reclamos. Se supone que ella siempre tiene que hacerlo todo, perfecto y a tiempo. Su dedicación y su empeño tienen como “recompensa” más exigencias.

 

El rechazo por ser el mejor

En el ámbito del estudio también hay unas curiosas formas de tratar al mejor. Se les dice que son “cerebritos” y esto es asumido como una deficiencia en lugar de como una virtud. Si el mejor de la clase no ayuda a todos sus compañeros, generará un profundo rechazo. Si les ayuda, se transformará en un idiota útil de los demás. Es como si lo mirásemos como lo mirásemos, ser el mejor no tuviera salida.

En el campo laboral las cosas no son diferentes. El que sabe más, o el que puede más, siempre debe estar ahí, listo para prestarle su colaboración a los demás. De lo contrario, pasará por antipático y puede terminar siendo discriminado y aislado.

Esto no solo ocurre con los más inteligentes o hábiles. También los más responsables terminan haciendo el trabajo que le corresponde a todo un grupo o equipo. Los más comprensivos acaban intentando apagar todos los conflictos o convirtiéndose en el paño de lágrimas de los demás. A los más valientes les toca, asumir las tareas que requieren de más valor, como si fueran inmunes. Y si alguno de ellos no lo hace, será acusado de egoísta.

 

¿Hay salida?

Sin duda, ser mejor en algo es también un lastre. Si bien el hecho de contar con habilidades, destrezas o conocimientos superiores al promedio del entorno entraña responsabilidades, también es cierto que muchos aprovechan esto para imprimirles cargas adicionales a los que saben más, o pueden más, o quieren más.

De hecho, algunas de las personas que siempre tratan de hacer todo con excelencia, que no rehúyen el desafío de hacerlo, y de hacerlo lo mejor posible, terminan sintiéndose culpables si no responden a las exigencias de los demás. Aprenden a dar por cierta la fantasía de que deben cubrir las carencias y limitaciones de los demás. Así terminan sobrecargándose de responsabilidades y desarrollando un nivel de autoexigencia que puede ser muy destructivo.

 

La salida está en aprender a poner límites.

Todo don que nos es dado en la vida es para compartirlo, pero también cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de compensar de alguna manera los favores que nos hacen, o las ayudas que nos prodigan. Que el hecho de ser mejor en algo no traiga solo más obligaciones y responsabilidades; que esto también se vea compensado con gratitud y consideración.

 

By: lamenteesmaravillosa

 

 

 

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