By: Verónica Alliende Barberá

Sin embargo, algo nos dice que las respuestas que necesitamos no las encontramos en las propuestas hechas por el mundo. Es entonces, probablemente, cuando decidimos emprender la aventura del autoconocimiento, un camino largo de recorrer, progresivamente generoso, que requiere de todo el rigor y compromiso de uno mismo.

Cuando hablamos de autoconocimiento, nos referimos a un proceso de descubrimiento creciente y de largo plazo. Es una ingenuidad el intentar hacer un “curso intensivo” o un “dos años en uno”. Estamos hablando de un trabajo que debe instaurarse como una forma de vida que mantiene la decisión y la voluntad de habitarse, mirarse y asumir la gran responsabilidad que supone la libertad.

La invitación es a mirar hacia adentro para buscar ahí las porciones de verdad de que dispone cada uno, aprendiendo a callar y a escucharse, más que a elaborar sofisticados discursos para evangelizar al mundo.

En esta materia, nadie puede arrogarse el poder de la verdad, no hay persona que pueda asegurar el tener acceso a lo que en verdad “ES”.

Por lo tanto, lo que elaboremos no será más que una propuesta de mirada para nosotros mismos, de atisbos de verdad, de rutas para buscar de manera amable y amorosa mejores maneras de vivir, para escribir la historia que queremos construir con nuestra existencia.

Es así como probablemente, nos enfrentemos a temas tan potentes como la paz, la libertad, el merecimiento, nuestra propia historia y lo que podemos hacer con todo ello.

¿Cómo podemos evaluar cuán acertados estamos en la mirada que vamos adoptando, en las creencias que vamos instalando como factores de verdad y en las decisiones que van modelando nuestra historia?

Pregunta difícil de responder, sin embargo tenemos ciertas pistas que nos permiten acercarnos a una respuesta.

Quiero proponerles la adopción de la paz como inspiración en la toma de decisiones.

Cuando nos referimos a la paz, vamos mucho más allá de la ausencia de conflicto. Muchas veces, una decisión que propende a la resolución de un conflicto, no trae consigo la paz. Por el contrario, hay decisiones que aún generando conflictos, nos permiten estar en paz. Entonces cuando hablamos de paz, nos referimos a esa certeza interna que nos dice que, a pesar de todo, todo está bien.

El conquistar un desarrollo creciente de la paz en nuestra vida exige de decisiones reflexivas y valientes, tomadas desde la mayor honestidad que seamos capaces de lograr respecto de nosotros mismos y desde la serenidad que nos permite mirar con mayor lucidez.

La paz es la señal de que hay verdad en la mirada y en la decisión, es la luz verde que nos permite seguir adelante con nuestra ruta.

Pareciera que transformarse en un adulto despierto, consciente, que se hace cargo de sí mismo y de su historia, sin culpas ni miedos, exige de un riguroso y decidido proceso de autoconocimiento, como primer paso en la larga ruta de construir la vida que queremos vivir.

Un interesante desafío.

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